Últimamente emiten en la 2 , Historia de nuestro cine, un espacio que recoge algunas de las películas más
interesantes del cine español que normalmente por falta de difusión no son demasiado conocidas en la actualidad.
Algunas son bastante olvidables o han envejecido mal, otras
son pequeñas joyas que gracias a este espacio se han podido recuperar.
Sin embargo, lo que verdaderamente me ha llamado la
atención, han sido los intérpretes de estas películas. En los años 80, el crítico de cine Diego Galán
realizó un estupendo programa llamado Queridos
cómicos en los que repasaba la trayectoria de los actores más queridos del
cine y el teatro españoles del siglo XX. Yo sólo puedo decir que eran todo lo que
se puede esperar de un actor: voces poderosas, presencia, convicción, credibilidad,
buena dición, pasión, en definitiva el dominio de un oficio que es un arte.
Pero parece que del mismo modo que se pierden orfebres, zapateros, encuadernadores o
talabarteros, también van desapareciendo
los actores de verdad.
Todo lo que antes se apreciaba como cualidades del arte de interpretar
ahora se considera indigno de un actor moderno. Resulta que vocalizar ahora
debe ser algo anticuadísimo, modular la voz, una exageración y tener expresión
corporal sólo es apto para comedias muy locas. En definitiva que si hablas
flojico, en tono monocorde y eres inexpresivo (características todas ellas muy
propias de la idiosincrasia mediterránea) eres un actorazo, bueno creo que
también tienes que ser guapo o guapa, pero nada que no pueda solucionar una
buena promoción o un buen estilista.
Creo que una de las cosas que los distingue el cine italiano actual del nuestro, es su absoluta
autenticidad, no rencuncian a lo que son, no disimulan, no son impostores , son gritones y gesticuleros cuando tienen que serlo,
sus directores no han obligado a los intérpretes a que se conviertan en
esfinges. Y eso se nota, porque no hay nada más universal que ser fiel a uno mismo.
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